Hace un par de semanas Matt visitó un sábado noche Valladolid, yo me acerqué hasta la ciudad y junto a unas escasas 50 personas, asistí a uno de esos conciertos que no se olvidan. Enseñé la entrada, y una vez en la sala, me senté en uno de los bancos que había a los laterales, a mi lado estaba Matt quién sonrió, cuando ya estábamos todos comenzó: la primera fue 'Our weight in oil' para sorpresa y regocijo personal a la que ya le siguió todo Howlings Songs: una magnífica 'The kübler-ross model', la resquebrajante 'Something About Ghost, 'I name this ship the tragedy, bless her & all who sail with her', 'A broken flamenco'... y la apoteosis final recordando a Third Eye Foundation.
Gélido e impasible ese es el Matt Elliott que se vislumbra en el escenario en esa búsqueda de la tradición eslava y de si mismo en la que se ha sumergido con su trilogía. Un continuo enfrentamiento entre el folk y el ruido, entre sus miedos y secretos. Matt se confiesa desde lo más profundo sin ningún ápice de grandeza o pretensión, se expresa con tal naturalidad y frialdad que su viaje sin regreso a través de soundcapes, ecos y rasgeos de guitarras es de lo más verdadero que he podido experimentar.
Ya fuera del escenario me acerqué, cruzamos unas palabras y es una persona encantadora, cercana, con esa naturalidad que le caracteriza y agradecido con aquellos quienes valoramos su trabajo, hasta tuvo un detalle. Gracias Matt.
Ya fuera del escenario me acerqué, cruzamos unas palabras y es una persona encantadora, cercana, con esa naturalidad que le caracteriza y agradecido con aquellos quienes valoramos su trabajo, hasta tuvo un detalle. Gracias Matt.
Pd.: aquí está la sorpresa -no muy favorecedora-.
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