La Isla Desnuda, 1961
Kaneto Shindo de nuevo, esta vez en la representación auténtica de su cine, lejos de las oscuras fantasías y mundos oníricos de Kuroneko o la preferida y comentada en f. Onibaba. El que fuera discípulo de Mizoguchi, del que fue decorador y con el que se reencontraría en varias ocasiones, también fue guionista en alguna ocasión como en Manji de Yasuzo Masamuro, solía trabajar con muy poco personal de producción, escasos medios y aquí con sólo dos actores profesionales, Nobuko Otawa presente como en la mayoría de sus obras. Shindo realizó la película con la idea de reflejar la vida del campesino y su lucha diaria por la supervivencia, algo que vivió desde niño y para lo que no encontró palabras, así prescinde de los diálogos para dejar que en silencio, la imagen y la sugerente música de Hikaru Hayashi (otra vez) que acompaña al inicio a los bellos paisajes aéreos de la costa japonesa te transporten a aquel tiempo y lugar de manera incomparable. Al este de Japón en un paraíso de mar y rocas, una pareja y sus dos hijos viven felices a pesar de la modesta y dura vida diaria en una escarpada y diminuta isla, que más bien es un pedrusco, en la que los errores suponen nuevos esfuerzos y los días se hacen largos. A pesar de su escasa duración el ritmo lento al inicio con la reiterativa rutina diaria en busca de agua -los cubos a hombros-, el cultivo... quizá sea un poco dura, pero es un espejismo según te va atrapando esta simple, bella y solitaria historia que te inunda de tristeza.
'Nací en la costa del Mar Seto, al este de Japón, en el seno de una familia de campesinos. Desde pequeño vi como mis padres trabajaban en el campo, plantando arroz a principios de verano ycargando los sacos pesados sobre sus espaldas. Un trabajo durísimo que no he conseguido borrar de mi mente. Muchas veces he pensado en hablar sobre la dura vida de los campesinos pero nunca he encontrado las palabras adecuadas para hacerlo. Ni siquiera mi madre se manifestó nunca al respecto. Tan sólo lo hizo momentos antes de morir. Se trataba de una lucha en silencio contra la naturaleza y sus elementos'.
'La palabra silencio me cautivó desde un principio desde que era niño. Pensaba que quizás ésta podría ser la manera de expresar el sentimiento de silencio del campesino imposible de ser expresado con palabras. Por lo tanto, el hecho de omitir los diálogos en la obra no es un simple capricho. Quería que la película reflejara ese prototipo de persona. Quería hacer una película a modo de poema sobre la vida en el campo'.
'En una película en la que no hay diálogos la imagen adopta el papel de narrador absoluto. Las imágenes se van sobreponiendo en los diferentes planos y escenas y así se va estableciendo un conflicto, un drama visual. Hice un ejercicio de retrospección, volviendo atrás en el tiempo en lo que se refiere a las teorías del montaje y es desde ese punto de vista desde donde observo la película. No estoy seguro de cuales son las normas que deberían regir un poema cinematrográfico como éste. En cualquier caso no se trata más que de un experimento'.